La semana pasada ella trascendió: doña Concho, mi vecina de la jugueria.
Amplio agradecimiento a todas las veces que me acogió. Por todas las veces que me escondí debajo de la mesa de su comedor. Por todos los panes con mermelada que me invitó. Por todos los monitoreos que hizo cuando venía alguien a visitarme. Por lo comprensiva que fue cuando le presenté a mi enamorada en el hospital.
Por sus hijas, hijos y nietos; los que también son mis amigos. Por su alegría al llegar a las fiestas bailando con una botella en la cabeza, al mejor estilo de las personas de la selva del Perú. Por nuestra complicidad con la fascinación por las frutas (como el Pacae). Por el golazo de salud que fue el que tuviese una jugueria. Por todos los jugos que me invitó. Por la valentía de su hija Inés para estar a su lado codo a codo por años. Por largos años.
Por la alegría y fortaleza con la que sacó fuerzas de sus riñones. Por estar y ser: la casa de al lado. Gracias y hasta siempre, vecina.
© Auria Paz Aguilar 2017 todos los derechos reservados