Cuando tuve la oportunidad de enseñar inglés a niños, en Ilha de Deus, una comunidad de la ciudad de Recife, en Brasil, pasó algo increíble que recién puedo explicar. En contexto: veinte niños recibían clases extra, por lo que el grupo era de edades variadas con cuatro adultos responsables. Lo regular es que no asistían todos los niños, el promedio bordeaba los quince. Un buen día, en épocas de inviernos tropicales de Brasil (que incluían inundación e imposibilidad de transportarse) coincidió la asistencia de todos los niños con la inasistencia de las otras tres profesoras. Yo, que luego de agotar las actividades y con lluvia afuera tome la solemne decisión de dar: recreo. Un gran “ehhhhhhhhh” acompañó mis palabras y los niños salieron disparados hacía las pelotas, las muñecas, lapiceros y todo lo que pudiesen encontrar. En eso, ante mis atónitos ojos sucedió algo trascendental.
Laura, una niña de ocho años, estaba sentada en la parte izquierda del patio, en perfecta posición de loto mientras los otros diecinueve muchachitos hacían penales, saltaban, gritaban, corrían y pasaban a un pelo de ella. Además de acompañar el recreo, observé si Laura estaría “jugando” a las escondidas, a no ver a alguien o simplemente que supiera que le estaba mirando. Cinco, diez, quince minutos pasaron y ella seguía con los ojos cerrados, piernas cruzadas, posición de loto. La concentración de ella habrá durado unos veinte minutos, hasta que otra niña jugando la topó y ella abrió los ojos, se levantó y se integró a algún juego que sucedía, riendo.
Antes de que los niños se fueran, le pregunté qué estaba haciendo o quién se lo había enseñado, ella respondió: “ninguém me ensinou. Eu só fiz, tia. Eu gosto” (Nadie me enseñó. Yo solo lo hice, tía. Me gusta). Sorprendida, consulté por si habrían impartido meditación como curso en algún lado o si en su casa sus familiares lo practicarían; pero no, nadie sabía de dónde ella había sacado la práctica y tampoco era una costumbre. Tampoco nadie se había sorprendido y simplemente era parte de los juegos que algunos niños tienen consigo mismos. Para cerrar la anécdota con Laura, al despedirme de ella antes de irme de la comunidad, hizo el ademán de cerrar los ojos y unir los dedos de las manos, como si meditaría; luego abrió los ojos, sonrío y dio un guiño de complicidad.
La meditación ha sido algo que he sabido posible para los seres humanos. Que hay gente que medita en montañas o que se recomienda hacer, ha llegado a mí. Lo procuré, y he de decir que más allá de algunos minutos que no superaban los quince, no me había podido concentrar en algo “sin pensar en nada”. He entendido, por el camino, que la mente tiene un poder asombroso para crear imágenes, para saltar de un tema a otro, y en mi caso, para ser volátil.
VIPASSANA
La primera persona que me habló de esta técnica fue la que ahora es mi pareja. Luego, amigos del camino también me comentaron que habían ido. Luego de haber entendido que el universo es vibración, y de haber conocido con mucho respeto a la planta madrea ayahuasca, una “técnica” de meditación, me pareció un camino a la independencia de la consciencia. Es así que desde hace dos años decidí que en cuando pudiera asistiría a un curso de Meditación Vipassana, lo haría.
Me inscribí por primera vez, para abril del 2016. Felizmente no asistí y ni confirmé, pues las fechas coincidieron con el fallecimiento de mi madre. Me volví a inscribir para el curso de fin de año; pero por una descoordinación mía en la confirmación vía correo; asistí hasta la puerta de ingreso con todas mis cosas para quedarme los diez días, y como no estaba oficialmente inscrita, no pude entrar. Cual habrá sido mi propio shock, o mi cara al irme, que este año, cuando estaba nuevamente en la zona de inscripción, intentando entrar a la meditación vipassana por tercera vez, la señora que registraba se acordaba de mí y me dijo: “el deseo bloquea todo, deja que las cosas pasen”.
LOS DATOS
Vipassana significa “ver las cosas tal como son en realidad”, es una técnica de meditación de la India, se enseña en ese y otros países desde hace más de 2.500 años. Luego de haber participado en este curso, mi interés es compartir la existencia de este recurso, como posibilidad para cualquier persona que así lo identifique, pues considero que me ha ayudado a aclararme y bien podría funcionar para otros.
La información oficial acerca de lo que es Vipassana se puede encontrar en la fuente de la página oficial que dejo aquí https://www.dhamma.org/es/about/vipassana En el Perú se organizan cursos en Lima y Cuzco, el calendario también aparece en el link. Lo último que le diría, es que cuando lo hagan se comprometan consigo mismos a ir hasta el final con firme determinación.
A MODO DE TESTIMONIO
La técnica, la experiencia y la guía de los discursos con la ejemplificación de los cuentos, ayudan a sentir e interiorizar frases que podríamos considerar verdades de la naturaleza. Una palabra con la que me quedo es “Anicca: la constante impermanencia”. Todo lo que surge, desaparece. La pausa, en la vida; para poder observar hacía dentro, me ha dado la perspectiva de lo que he vivido hasta ahora. El sentir de mi cuerpo, lo he apreciado desde el sentir del latir del corazón.
– «Cada una de tus sístoles / es como empujar una barca / hacia alta mar / en un viaje alrededor del mundo» – Wislawa Szymborska.
El curso y la filosofía parten del reconocimiento de que en la vida hay desdicha. El arte de vivir, es actuar con ecuanimidad, tanto ante lo burdo como ante lo placentero, lo que nos lleva al arte de morir. En un amplio tiempo para pensar, se comprende desde la reflexión que salir de nuestra propia ignorancia nos ayuda a aliviar los sufrimientos, a hacernos cargo, a dejar de poner en el otro características de espejo que en verdad son nuestras. Y aunque suene a floro, es un hecho que ante las viscisitudes de la vida, elegir la reacción sería un hermoso camino de consciencia para no exagerar ni ponernos en nuevas situaciones, sino simplemente aceptar con objetividad “la realidad tal como es”.
Finalmente, al comprender que todo vibra y que tiene un ritmo, amar ese ritmo. Amar desinteresadamente (metta). Sonreír ante los cambios porque son todos parte de esta infinita danza. Amar a todos tal y como son. Amar nuestras historias y nuestros procesos. Amar donde estamos y por donde pasamos. Sentir la armonía. Sentirla con el cuerpo. Recordar y reconocer a los seres amados, conocidos, amigos, familiares y a los extraños … E imaginar que esa energía cruza el océano, los ríos, las piedras, las paredes; trascendiendo idiomas, fronteras y planos, hacía lo infinito del tiempo y lo innombrable. Y confiar, confiar en que todo está bien, que todo evoluciona, que todo es perfecto.