Me distraigo de renovar mi reserva de habitación, la toman otros. Me queda cambiar de hotel o acampar. Obvio: acampo.
De pronto son ocho metros y llegan los lenguatazos del mar. Hay luna e increíble luz, se ven todas las estrellas.
(¿En serio me va a arrullar toda la noche el sonido del mar?)
Mi vecina de carpa, la señora, adulta mayor, más hippie y buena onda que he conocido en mi vida, me dice: cierra bien la carpa. «¿Es peligroso acá?»Le digo. Qué va, es por los cangrejos que se meten; si viene una olilla, de estar tan cerca al mar, pues suerfeais (risas).
Las buenas noches son: «vamos, que noches como esta, se tienen pocas veces en la vida».