De cuando no sabía a dónde iba

Demasiado peso que dejar atrás: mi mochila es inlevantable. Los dolores de espalda son la capacidad para procesar emociones. Si deseo seguir bien tengo que hacer el ejercicio de desapego: ropa de marca, hojas de canciones impresas, un par de sandalias guerreras. Me duele dejar; pero pesan y viajar ligera es la realidad que quiero vivir. Ir al mercado a regalar o cambiar esas cosas por fruta es lo más inteligente.

Almuerzo pescado asado en una hoja de plátado en el mercado. La señora me cuenta que cada vez vende menos: «la gente prefiere comer pollo o chancho».

Por la noche estuve en una reunión de activistas LGTB de Iquitos (quizás una de las ciudad con mayor comercio sexual de Perú) planean una intervención para el domingo 31 de mayo por la lucha contra la homofobia. En Perú hasta el 2015 muere un homosexual por semana y nadie parece importarle. Hay parejas de adolescentes que llegan, en la calle jamás se toman de la mano, saben que los ojos y los murmullos los persiguen; cuando estamos en un espacio cerrado son tan calientes como cualquier pareja de adolescentes. En la reunión la mayoría son hombres, entre quince y cuarenta años. Como suele ser, las mujeres lesbianas están invisibilizadas. Llega tarde una mujer de unos treinta años, que dijo ser lesbiana de corazón.

Al día siguiente por la noche pienso tomar un bote a Santa Rosa, siento vértigo del rico pues de ese punto en adelante ya no conozco nada. Mi celular funcionará hasta donde alcance Perú. Me siento ligera y siento el alivio de los que se van.

Publicado por Auria Paz Aguilar

Storyteller, Musician, and Entrepreneur.

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