La noche del 23 para el 24 de mayo la paso despierta, entre últimos adioses y cajas llenas de cosas que antes devoraban mi vacío. Adiós departamento de joven que logró vivir sola; adiós bicicleta de niñez; adiós paredes dónde amé; adiós amiga, amigo; adiós, que ojalá algo de mí quede en ti. Últimos besos, necesarios besos, desesperados besos. Adiós a lo amado conocido. Hola suspenso.
DÍA 1: domingo 24/05/2015
Parto en el primer vuelo, sale de Lima a las 5:40 a.m. y llega a Iquitos a las 7:10. a.m. Compré el pasaje con dos meses de anticipación “solo ida” por S/. 250.00 ( US$80.00), hay épocas en que los pasajes están a ese precio para “ida y vuelta”. Me satisfacía comprar solo “one way ticket” y hasta tuve en mente una canción con ese título por varios días.
Mis padres me acompañan hasta la puerta de embarque. Nuevamente me preguntan por qué viajo y a dónde voy. Les tranquilizo, que no se preocupen, que todo lo tengo planeado. Es mentira; solo tengo fe y una cadenita que cayó a mis pies desde el lado de los Evangelistas en una marcha el día en que el Congreso del Perú votó en contra de la #UniónCivil homosexual que dice “Hope” (esperanza) y dinero suficiente para la ida.
Me despido, en mi mente quedan grabados ambos; padre, madre, sus ojos rojos; juntos haciéndose pequeños mientras más me alejo y de cuando en vez volteó. Inicia la consciencia y el vértigo de la responsabilidad, a dónde voy no hay brazos a los cuales correr ni la suerte de un incondicional socorro. Me siento entre agradecida y suicida, con pena y alivio. Con cada paso más adrenalina, estoy haciendo lo que quiero, finalmente dejo lo seguro por lo incierto y ese juego de libertad me hace sentir liviana: este viaje es la venganza de mi alma.
La aerolínea LAN suele tener retrasos, pero ahora todo está bien y a tiempo. Realista puntualidad: nada se interpone lo suficiente como para no dejarme ir esta vez.
Subo al avión, es como si supiera que se va a caer. Es un vuelo nacional, muchos se conocen, y casi nadie llora, solo yo.
Los pasajeros nos ubicamos en los asientos, lejanas suenan las indicaciones de vuelo. El motor, la bulla, el despegue. Hueco en el estómago. Frashbacks de sonrisas, lo que no termino de comprender, las alegrías, cabellos de colores y cuerpos desnudos, un universo viaja conmigo.
Miro por la ventana, Lima hace gala de sus azoteas llenas de polvoriento pasado: muebles, botellas y casas a medio construir. Lima es una utopía de mujer y la voy a extrañar.
Encima de la polución se puede ver un hermoso amanecer. Paisajes que solo se ven cuando se vuela alto. Lo tomo como un buen augurio y confiada, sin importar si llego a mi destino o el avión efectivamente se cae, como luego de amar, me quedo profundamente dormida.
Entrada publicada inicialmente en: La vida así es