¿Qué motiva a este personaje a hacer lo que está haciendo? ¿Cuál es la acción dramática? El profesor sonríe: no le atinamos.
No importa el «¿por qué?», sino el «¿para qué?», nos dice. El «¿por qué?» es fácil, facilísimo: es el pasado ¿Por qué hiciste eso? Podrías perderte años explicando y estarías quieto, petrificado como una estatua de sal. En cambio en el «¿Para qué?», ahí está el futuro: ¿Para qué haces lo que haces? ¿Qué lograrás con eso?
Recordé una novela que leí, de Simone de Beauvoir, «La mujer rota». Es la historia de una pareja ideal, ya criaron a sus hijos, han sido honestos lo más que pudieron. El esposo se enamora de otra, sinceramente. La esposa trata de comprender hasta el final, acepta que esté con las dos, piensa, aunque le duele, que es algo pasajero. Con el tiempo y los hechos, a pesar de los esfuerzos de él, ella va perdiéndolo.
El esposo es consciente de que hace sufrir y también sufre, debe decidir y evade el momento hasta el final. Un día se va.
La mujer rota, la esposa que se entregó a compartir su vida, está sola en casa. Sus amigos han hecho lo mejor que pudieron para entretenerla y acompañarla o invitarla a quedarse; pero ella decide ir a casa sola y esto pasa:
«No quise que Colette (amiga) se quedará a dormir: tendré que acostumbrarme. Me senté delante de la mesa. Estoy sentada. Y miro esas dos puertas: el escritorio de Maurice; nuestra habitación. Cerradas. Una puerta cerrada, algo que acecha atrás. No se abrirá si yo no me muevo; jamás. Detener el tiempo y la vida.
Pero sé que me moveré. La puerta se abrirá lentamente y veré lo que hay detrás de la puerta. Es el porvenir. – La puerta del porvenir va a abrirse. Lentamente. Implacablemente. Estoy sobre el umbral. No hay más que esta puerta y lo que acecha detrás. Tengo miedo. Y no puedo llamar a nadie en mi auxilio.
Tengo miedo.» – Simone de Beauvior
Todo miedo es un deseo
Abro la puerta.